Esta última semana de junio ha tenido lugar, por tercer año consecutivo, el campamento de trabajo "Encuentros Intergeneracionales", en el centro residencial de mayores ServiMayor, de Losar de la Vera. El diseño del programa y los planteamientos para su desarrollo han sido los mismos que en años anteriores. Una semana en la que los alumnos de bachillerato de nuestro Centro -este año también alumnos del ciclo formativo de grado medio "Atención Sociosanitaria", del IES San Martín, de Talayuela y otros exalumnos, algunos cursando estudios universitarios- experimentan un acelerado proceso de iniciación al mundo laboral de una residencia para personas mayores. Una inmersión en la vida diaria de un centro asistencial, una extensa comunidad formada por más de un centenar de residentes y cerca de una cincuentena de trabajadores, que acaba convirtiéndose por unos días en un entorno habitual que llegan a confundir con su propia casa. Ha sido un total de veinte participantes que, durante este tiempo, han combinado con intensidad y apenas descanso la dulce y excitante experiencia de un campamento de verano con la de unas exigentes prácticas laborales. Los acampados conocen una a una todas las actividades profesionales que se realizan en la residencia, desde el trabajo de los gerocultores y auxiliares hasta el de los enfermeros y terapeutas ocupacionales, pasando por el del fsioterapeuta, mantenimiento, administración, cocina, lavandería o animación sociocultural.
Su jornada diaria comienza muy temprano. Por las mañanas se despiertan a las 7:00 horas, con el tiempo justo para prepararse, desayunar y asistir a la reunión matinal en la que Angélica, la Directora, asigna los emparejamientos y turnos. A las 8:00, cada alumno acompaña a su profesional, que actúa de verdadero mentor y maestro, realizando con él y ayudándole hasta donde puede en las mismas tareas que el trabajador desempeña en su jornada. En una residencia del tamaño de ServiMayor el ritmo y la intensidad del trabajo es muy alto, sobre todo cuando más del setenta por ciento de los residentes no son autónomos y precisan de ayuda para la mayor parte de las tareas cotidianas. Los gerocultores y auxiliares tienen que despertar, asear, vestir y prepararlos para que estén listos para el desayuno. A muchos de ellos hay que ayudarles también para comer y, cuando han terminado, llevarles a las distintas instalaciones en donde van a pasar la mañana: a la sala de terapia, al gimnasio para hacer ejerciccios de rehabilitación o a la biblioteca para llevar a cabo talleres y otras actividades de animación y de ocio. Mientras tanto hay que hacer las camas, limpiar las habitaciones y, en el caso de los encamados, continuar con los protocolos de cambios posturales. A partir de las 12:30, hay que empezar a preparar los traslados al comedor para el primer turno de comida y un grupo de los chicos se hace cargo de ayudar de nuevo en la mesa dándoles de comer, tarea que en algunos casos no resulta nada sencilla. Mientras, los del turno de cenas tienen unos minutos de asueto para poder relajarse en la garganta de Losar y darse un chapuzón.
Terminadas las comidas hay que trasladar de nuevo a los residentes a sus habitaciones y acostarles, así que hasta las 14:00 horas no se juntan en la cafetería para poder comer juntos. En la espera charlan y juegan a cartas o al dominó con los residentes más autónomos que esperan, a su vez, su turno de comedor. Después de la comida, la mayor parte de los acampados opta por una siesta y recuperar algo del sueño que siempre roba la noche. Uno de los principales encantos que tiene el campamento es el poder compartir las largas -a veces demasiado largas- veladas nocturnas bajo un cielo estrellado. Algo que suena muy bucólico pero que ha sido absolutamente real en esta semana de finales de junio. Como los ciclos vitales no son iguales para todos, algunos deciden aprovechar esas horas de sobremesa para charlar, tocar la guitarra o ponerse al día con los what's app que no ha podido atender durante el ajetreo de la mañana.
La tarde es el momento de la formación, a excepción del primer día que dedicamos a visitar el monasterio de Yuste y, de paso, a la garganta de Cuartos a darnos un baño. A las 17:00 horas comienzan las clases. Este año el diseño del programa se ha reducido. En la edicación pasada la carga horaria resultó excesiva, con más de cuatro horas continuadas de curso que dejaron exhaustos a los participantes. De ahí que nos decidiéramos a reducirla a un solo taller diario de algo más de dos horas. Blanca Mª París, gerocultora de ServiMayor, dio inició con un taller útil y necesario sobre las técnicas más habituales en el cuidado y manejo de los mayores, sobre todo de los más dependientes y que precisan asistencia para los movimientos más básicos. También introdujo uno de los temas más actuales en el ámbito residencial, que es el de las sujeciones, su uso y la tendencia existente hacia un espacio residencial sin sujeciones. Tamara Chubarovski, habitual colaboradora de nuestros programas de convivencia intergeneracional, nos presentó cómo su programa de estimulación cognitiva y motriz que desarrolla para los niños en educación infantil tiene importantes aplicaciones para los mayores, tanto para prevenir el deterioro como para tratar de frenarlo o ralentizarlo. Los chicos descubrieron cómo afecta al desarrollo neuronal las actividades que se realizan con sus rimas y movimientos. Lorena Olivera, que está al frente del Servicio de envejecimiento activo del SEPAD y que bien podemos considerar como la madrina de este campamento, trató la cuestión del género en la vejez. Cerró los talleres Maribel Maseda, a quien podemos considerar parte integrante de nuestra familia y que se presta a que abusemos de su generosidad y de su enorme talento y maestría. Su tema, cómo acompañar en la muerte y su irresistible y envolvente discurso logró conmovernos a todos. Ninguno de los asistentes logró reprimir las lágrimas y muy pocos el llanto. Maribel, que es embajadora de la Asociación española de enfermos de esclerodermia, aprovechó la ocasión para informarnos de esta terrible enfermedad y celebramos con ella el Día internacional, que se celebraba justo en esa fecha, para tomar conciencia de los padecimientos que sufren los afectados y de la necesidad de investigar e invertir en esta y otras de las declaradas enfermedades raras.
La jornada continúa con el turno de cena y los oportunos traslados a las habitaciones de los residentes para acostarles. Ese momento lo aprovechan los que libran del turno para ir a la garganta a bañarse. Otros prefieren utilizar la ocasión para ducharse o simplemente descansar y relajarse. Después de la cena, llega el momento de compartir la noche en la zona de acampada y de dejarse llevar por la música, las bromas, los juegos y las conversaciones. Un tiempo que comparten los alumnos y el profesor de turno, que pasará noche con ellos y tratará, inútilmente, de hacerles ver que hay que ponerse a dormir a una hora prudente. Aunque el día sea largo, ellos se encargan de prolongar también la noche, sin importarles que a las 7:00 comienza una nueva y dura jornada. Debe ser cuestión de edad, pero llega la hora de la reunión matinal y ya están todos de nuevo dispuestos a afrontar otra mañana de trabajo. Se rehacen los emparejamientos y cada uno se acopla a su tutor y mentor para acompañarle y ayudarle en la tarea.
Marta, Elba, Emy, Laura, Paula, Lucía Vergara y Lucía Pablos, Clara,
Leonor, Víctor, Gabriel, Mar, Roberto, Juan Antonio, María, Marina,
Andrea, David, Hugo y Verónica, nuestra veterana con su tercer
campamento consecutivo y alguno de ellos con dos participaciones, han
sido los protagonistas de esta experiencia. Una semana de vivencias muy
intensas que les ha enriquecido mucho más de lo que piensan. No sólo se
trata de conocer de una manera más profunda el día a día de una
residencia, de contactar con una realidad laboral y vivir de cerca la
actividad de sus profesionales. También se adentran al mundo del
envejecimiento y de la pérdida de autonomía y se aproximan al mundo de
las emociones que experimentan las personas mayores en una residencia.
El valor social que tiene su compromiso y entrega durante la semana que
comparten es excepcional. Dedicar su tiempo libre al cuidado y atención
de los residentes, con la entrega y el entusiasmo que ponen en la tarea
es digno de admirar. Todos los que hemos compartido con ellos estos días
somos testigos de unas escenas que conmueven y reconfortan. El
agradecimiento de los mayores a estos jóvenes, que iluminan la
residencia durante unos días, se atesora en todos y cada uno de ellos.
Forman parte ya de una comunidad, la que vamos formando año a año con
unos jóvenes comprometidos y valientes, que deciden saltarse las
barreras de la edad y adentrarse en ese mundo que tratamos de ocultar y
dejar fuera de nuestras vidas, el del envejecimiento.
Este
campamento no sería posible sin la participación y generosidad de mucha
gente implicada. En primer lugar de la presidencia y dirección de
ServiMayor. Fue Martín González Carvajal el que nos incitó a llevar a
cabo este proyecto y el que se encargó, con el apoyo de la Junta
Directiva de la Cooperativa, de financiarlo. Angélica Vázquez se encarga
de tener a punto toda la infraestructura y de que la organización del
día a día, haciendo fácil lo que resulta realmente complejo. Pero son
los trabajadores de ServiMayor los que con su entrega y dedicación hacen
posible un campamento de estas características. Pocos profesionales son
capaces de integrar a unos jóvenes en sus tareas diarias y permitir que
les acompañen en su día a día. Les enseñan, orientan y animan en un
trabajo que resulta duro y difícil, en el que tienen sacar lo mejor de
sí mismos y animar, con su actitud y presencia, a unos residentes que
los tienen por familia. Los profesores que participan en esta tarea,
cubriendo los turnos de mañana, tarde y noche, son indispensables y
resultan un estímulo para los alumnos participantes. El contar con
ellos, a su lado, acompañándoles en esta experiencia, supone un valor
añadido de estímulo, complicidad y protección. Blanca, Tamara y Maribel
son tres incondicionales que nos aportan mucho más de lo que nos
enseñan y que resulta completamente impagable. Lorena, desde el SEPAD,
nos ha conseguido el amparo institucional necesario para financiar en
estos dos últimos años el campamento. Quedan muchas cosas por hacer,
pero hemos dado ya los primeros pasos. La apuesta decidida y el apoyo de
la Dirección-Gerencia y de la Coordinación Técnica para desarrollar
programas tendentes a desarrollar los espacios de encuentro
intergeneracional van a cambiar, en un futuro próximo, el paradigma del
envejecimiento en Extremadura. A todos ellos nuestra gratitud y
reconocimiento.
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
(Jaimde Gil de Biedma)
|
Montando las tiendas y preparando la zona de acampada. |
|
Turno de cocina. |
|
El trabajo de lavandería es duro, sobre todo con la plancha... |
|
Con los terapeutas ocupacionales se desarrollan diversos programas de estimulación cognitiva. |
|
Momentos de relajación y esparcimiento en la zona de acampada. |
|
Los traslados de los residentes, una actividad frecuente y que acumula kilómetros en el día a día. |
|
Aprendiendo de los enfermeros en su día a día asistiendo a los residentes. |
|
Visista al Monasterio de Yuste. |
|
En la biblioteca con los animadores socioculturales. |
|
Con los residentes en sus habitaciones, ayudando a cuidar el jardín. |
|
En la cena de fin de campamento. |
|
Paseando con los residentes... |
|
Los turnos de comidas. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario