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miércoles, 3 de julio de 2019

Educación Intergeneracional


Educación Intergeneracional: 

una vía para la transformación social.


Fotografías del Aula Intergeneracional del IES "Jaranda", de Jarandilla de la Vera, en la que alumnos de 1º y 2º de ESO llevan a cabo proyectos conjuntos con las alumnas mayores del Instituto, que acuden tres días por semana durante dos horas.

Hablar de educación intergeneracional no resulta fácil, fundamentalmente porque supone dar por sentados unos principios que, a día de hoy, no son admitidos, ni siquiera admisibles, para la mayor parte los agentes implicados. Y eso que, en apariencia, se trata de un concepto bienintencionado, obvio y cargado de evidencia, al menos en una de sus direcciones, ¿no aprendemos, desde niños, de personas que son mayores que nosotros? Pero esta cuestión, incluso, tiene sus límites y matices, más aún en la sociedad de la información en la que vivimos, en la que cierta edad se asocia a un grado de obsolescencia de la que resulta imposible escaparse. ¿Qué puede aportar de útil y necesario alguien que se encuentra desvinculado de las nuevas tecnologías y fuera del flujo de las redes de información? La misma pregunta podríamos hacerla en sentido inverso: ¿puede aprender algo que realmente merezca la pena una persona experimentada de un joven, de un adolescente o de un niño? Y en cuanto al aprendizaje de los adultos mayores, aunque los conceptos de “aprendizaje permanente” o de “aprendizaje a lo largo de toda la vida” alarguen sus términos para integrar a personas de edad cada vez más avanzada, su significado real todavía está lejos de tener una definición aceptable. Las preguntas en esta vertiente, las más simples y claves relativas al qué, por qué o para qué aprender en determinadas edades no tienen todavía las respuestas adecuadas para apuntalar el verdadero sentido de los programas educativos para adultos mayores. Lo cual no quita que, desde hace ya décadas, se hayan desarrollado iniciativas que atiendan a estos colectivos, bien por medio de los programas de educación de adultos o de los programas universitarios para mayores, bien en el ámbito de la educación no formal a través de diversas líneas en el área de los servicios sociales. Otra cosa es analizar las razones, los objetivos y los cometidos que han puesto en pie estas acciones y cuáles son los alcances y los límites de las mismas.

Asumiendo los beneficios del aprendizaje de los mayores desde una perspectiva gerontológica, orientada a sus efectos en el contexto del “envejecimiento activo” y de la “promoción de la autonomía”, además de otros relacionados con su bienestar y calidad de vida, atendiendo a los campos emocional, relacional, de la socialización, de la prevención de la soledad y de la participación social y ciudadana, el modo de plantear su aprendizaje tiene que incluir una dimensión propia. Desde hace años se acuñó el término de “gerontagogía” para referirse justo al contexto educativo de los adultos mayores y sobrepasar la mirada exclusivamente asistencial y adaptativa de afrontar su formación. Un horizonte de exploración y de puesta en acción más adecuado a la nueva “senescencia” que conforma, en las sociedades avanzadas, el amplio y numeroso grupo de mayores de 65 años que empieza a ser predominante desde un punto de vista cuantitativo y también cualitativo. Su capacidad económica hace de él un sector prioritario desde el punto de vista del consumo y del mercado -”Silver Economy” o “Economía de plata”-, pero también desde el punto de vista sociológico – la “generación de las canas” o ”Greynies”- y político, en lo que se prevé una gerontocracia en un futuro inmediato. Un colectivo plural, diverso y heterogéneo desde todos los puntos de vista, también desde su dimensión educativa, en lo que respecta a sus niveles de formación, cualificación, aptitudes, competencias, intereses y gustos. Esta moderna generación de mayores está planteando nuevas necesidades en el mundo de la formación y del aprendizaje, convirtiéndose en usuarios y consumidores de servicios educativos que generan una demanda cada vez más plural, diversa y exigente.

Las administraciones educativas deben ser las primeras en atender y promover estas expectativas formativas, inéditas en nuestra historia, incluyendo el derecho a la educación de los mayores como un foco de atención al mismo nivel que el resto de las etapas del sistema educativo. Un nuevo frente que debe abrirse en el terreno de las políticas educativas y que tiene que generar investigación, reflexión y debate, pero que tiene que incluir desde ya la promoción, el apoyo y la inversión en propuestas y ensayos que desarrollen líneas de acción en este terreno. Es en este espacio en donde cobra un especial interés la educación intergeneracional, en cuanto ofrece un amplio marco de posibilidades y recursos para que las soluciones que se adopten no sean demasiado onerosas e inasequibles y las acciones que se promuevan resulten factibles y efectivas. Pero sobre todo porque ofrece inmediatos beneficios a los colectivos que participan en estos escenarios educativos, no solo en el cuestionamiento de estereotipos y prejuicios asociados a la edad -”edadismo”-, sino en parámetros de todo tipo en las esferas educativa y del bienestar social, ciudadano e individual. La educación intergeneracional es una de las principales vías para restablecer las relaciones comunitarias y hacer renacer los vínculos entre generaciones.

Estas consideraciones implican un cambio sustancial, radical incluso, en lo que respecta a la concepción de los servicios públicos, que deben incluir lo “intergeneracional” como un planteamiento transversal, un nuevo paradigma, que afecta a todo el andamiaje de las distintas administraciones, especialmente en el ámbito competencial de las Comunidades Autónomas y de los ayuntamientos. De hecho, una de las claves debe ser la de aprovechar las redes y mapas de centros públicos ya existentes, aunque desde una nueva mirada que cuestione principios muy asentados desde el punto de vista funcional, de los servicios que ofrece, y del usuario, a quiénes van dirigidos o, mejor, de las edades a los que van orientados. Y ello con un planteamiento en el que la educación y el aprendizaje no se delimitan al estricto terreno formal de los centros educativos, sino en el que se “escolarizan” otros espacios públicos como los asistenciales, los culturales, los deportivos, los de ocio y recreativos o cualquier otro escenario comunitario que sea susceptible de generar posibilidades formativas gracias a la interacción entre personas de distintas edades. En esta nueva dimensión son de destacar los pasos dados por la Junta de Extremadura, pionera en la aceptación institucional de este nuevo concepto, gracias al compromiso asumido en torno a los programas intergeneracionales por parte de las consejerías de Educación y Empleo, de Sanidad y Políticas Sociales y de Cultura e Igualdad. Se trata de una estrategia novedosa orientada a generar escenarios de interacción entre mayores y niños, adolescentes y jóvenes, escolarizar espacios públicos que no se contemplaban y promover la educación intergeneracional.

Pero en este largo camino queda mucho por desbrozar y por andar. Normalizar la presencia de adultos mayores en centros educativos, transformarlos progresivamente en “centros intergeneracionales”, no resulta fácil y debe vencer resistencias y modificar inercias de todo tipo. No solo incluye otros interrogantes que se suman a los ya planteados con respecto al aprendizaje de los mayores, relativos al dónde, cuándo y con quién, sino que además afecta a los propios fundamentos de la educación en cualquier tramo de edad. Juntar en un mismo escenario de aprendizaje de forma habitual a personas de tan distinta edad obliga a considerar seriamente nuestra actividad en el aula. Cuestiona el propio espacio educativo, la arquitectura de los centros escolares, su organización y funcionamiento, pero sobre todo pone en tela de juicio el cómo se aprende. Una cuestión que no es solo de metodología sino de auténtica pedagogía, en cuanto remueve los cimientos sobre los que se asienta lo que entendemos por educar y aprender. Y es precisamente en el terreno del día a día de los centros educativos, en el que son muchos los obstáculos, las dudas y reticencias para explorar las nuevas vías que nos abren a lo intergeneracional, porque amenazan la seguridad y el confort que da a las comunidades educativas el seguir el camino de siempre. Lo mismo ocurre en el contexto universitario, en el que de poco sirve el que los jóvenes alumnos de grado compartan el mismo espacio en los campus con los mayores si no existe voluntad para que unos y otros interaccionen de verdad en escenarios de aprendizaje conjunto.

La educación intergeneracional sigue siendo una entelequia. Su objetivo más inmediato va orientado tanto a hacer preguntas que cuestionen certezas como a dar respuestas a necesidades sociales inaplazables. Como concepto reconforta por los valores cívicos que evoca, pero contiene una tremenda carga de profundidad en cuanto a los principios y acciones que implica y desarrolla. Su puesta en marcha supone una apuesta decidida por transformar sustancialmente la concepción de los servicios y usuarios de determinados ámbitos de las administraciones públicas y también el modo de plantear y realizar el trabajo de sus profesionales, especialmente en el ámbito educativo. Pero implica sobre todo un cambio profundo en el modo de concebir el ciclo vital y el asumir la necesidad de reorientar nuestras relaciones sociales -no solo las familiares- en el contexto de la edad. Una verdadera transformación social que debe renovar nuestros espacios de convivencia y generar en nuestras comunidades, ciudades y pueblos, nuevas oportunidades de interacción para, entre y con todas las edades.

Acto de final de curso de las alumnas mayores del Aula Intergeneracional del IES "Jaranda".



martes, 2 de julio de 2019

V Campamento de Trabajo "Encuentros Intergeneracionales"

¡Ese soy yo!

V Campamento de Trabajo "Encuentros Intergeneracionales" en ServiMayor.

Del 23 al 29 de junio, 24 alumnos de secundaria de 13 a 18 años de edad han participado en el campamento organizado por el IES Jaranda en el centro residencial ServiMayor, de Losar de la Vera.


Han pasado ya seis años desde que iniciamos este programa intergeneracional de la mano de ServiMayor. Una idea que, en un principio, tenía algo de atrevido y singular. Montar un campamento en una residencia de mayores con una veintena de adolescentes, justo después de terminar las clases en el instituto, en la primera semana de sus vacaciones, antes incluso de tener en sus manos las notas con las calificaciones del curso escolar. Un campamento, además, de trabajo, en el que los alumnos acompañan a lo largo de una semana a los profesionales del centro, codo con codo, realizando junto a ellos las mismas labores que desempeñan en su turno de mañana. Alojados en tiendas de campaña, sin las comodidades acostumbradas, sin televisión ni ordenadores y solo con la compañía del móvil fuera de las horas de trabajo. Que esta propuesta un tanto alocada tuviera éxito lo muestra esta quinta edición del Campamento de Trabajo "Encuentros Intergeneracionales", que acabamos de levantar este pasado fin de semana.

Este año han sido 24 los alumnos que han formado parte del campamento. Hasta esta edición no habíamos juntado tanta diferencia de edad, desde los 13 a los 18 años, con alumnos desde el segundo curso de ESO hasta 2º de Bachillerato. Han venido de tres centros educativos, la mayor parte del IES "Jaranda", de Jarandilla de la Vera, tres de Navalmoral de la Mata y, por primera vez, cuatro alumnos del IESO "Sierra la Mesta", de Santa Amalia, centro que forma parte de nuestro grupo CREA (Centros en Red para las Enseñanzas Activas) y que también desarrolla su propio programa intergeneracional. La estructura y el diseño ha sido la misma que en años anteriores. La zona de acampada también en el sitio de siempre, en los jardines de la residencia, en un lugar en el que ya dan algo más de sombra los árboles que se plantaron hace cinco años justo con esa intención, el dar cobijo a nuestros acampados en sus horas de descanso. El ritual de inicio, con el montaje de las tiendas de campaña, mostró las dificultades que tienen nuestras chicas y chicos ante unos artilugios que, la mayor parte de ellos -si no todos-, no habían tenido hasta ahora ocasión de conocer. Este año hemos plantado once tiendas para dar holgura al alojamiento y descanso. Aunque eso de dormir y descansar no resulta fácil en las noches de verano cuando juntas bajo un cielo estrellado tantas energías y ganas de vivir experiencias.

Todos los días se madruga, se levantan a las 7:00 horas, para dar tiempo al aseo personal y al desayuno antes de incorporarse a la faena y juntarse con los trabajadores del turno de mañana, que para entonces ya llevan una hora de adelanto. Y a partir de ese momento se forman estos dúos tan especiales, en los que los profesionales se convierten en mentores y maestros por unas horas de unos adolescentes que les acompañarán buena parte de su jornada. Nuestras chicas y chicos encuentran en la realidad el escenario ideal en el que ejercitar competencias y actitudes que no pueden ponerse en práctica en las aulas de un centro educativo. Con sus mismos uniformes, simulan el día a día de los técnicos de un ámbito laboral tan interesante como exigente como es el de los cuidados a los mayores y a las personas dependientes.

Cada día se cambia de pareja, para que puedan conocer el mayor número de puestos de trabajo y especialidades que tienen cabida en una residencia. Aunque el trabajo de auxiliar es el que predomina -y constituye la base de la actividad en el centro-, también acompañan a terapeutas ocupacionales, personal de cocina, limpieza, enfermería, fisioterapia, mantenimiento y administración. Finalizadas las tareas de la mañana, sobre las 12:30, la mitad de ellos se encargan de ayudar a comer a los residentes que lo necesitan y una vez terminado, se ocupan de los traslados y les acuestan para que puedan sestear. Siempre con la supervisión y la tutela del personal encargado, de los que reciben las orientaciones y las técnicas para el correcto trato y cuidado de los mayores, con especial atención a los que precisan de más delicadeza. La otra mitad pueden disfrutar en ese período de un tiempo de distracción en la garganta más cercana, en la piscina natural de Vadillo, en el municipio de Losar de la Vera, en donde pueden bañarse y relajarse por un rato. Llega después su hora de comer, con un menú especialmente pensado para ellos, teniendo en cuenta sus gustos y necesidades. Hasta que comienzan los talleres de formación, que se inician a las 17:30, disponen de un tiempo para ellos, que facilita el que tejan esos hilos de camaradería y amistad que va a cobrar una importancia señalable en la semana que van a compartir, creando uniones que la mayor parte de ellos sabrán conservar mucho tiempo después. Terminada la formación, llega el turno de las cenas y es el momento de ocio y diversión en la garganta para los que han trabajado en el de comidas. De vuelta a la residencia y después de cenar, llega el momento del esparcimiento, de los juegos, conversaciones y confidencias, que se prolonga en el campamento, en torno a las tiendas de campaña, en una noche que siempre pasa demasiado rápida. Un tiempo que algunas chicas y chicos aprovechan incluso para acompañar al personal del turno de noche y adentrarse en el cuidado nocturno y los cambios posturales de los pacientes que no pueden moverse por sí mismos.

Este año los talleres formativos han seguido un esquema similar a los anteriores, iniciándose con una clase exprés sobre técnicas en los cuidados, para pasar a tratar dos temas que siempre incluimos: el de las relaciones intergeneracionales y, otro de especial importancia en este ámbito y, tal vez, necesario tratar de manera específica en la esfera educativa de todos los niveles: el del final de la vida o, si se quiere, el tema de la muerte. Una cuestión que, en los días del campamento, hemos tenido muy presente porque es inevitable que en este tipo de centros, que incluye a pacientes en estado terminal, su presencia resulte habitual. Este año hemos introducido como novedad una cuestión que nos ha sorprendido mucho a todos y que constituye otro de los temas tabú, el de la sexualidad en el mundo de los mayores. El último día de formación nos incorporamos a las jornadas de formación que, anualmente, convoca ServiMayor y que va dirigida a profesionales dedicados a la dependencia institucionalizada. En esta ocasión el título que ha vertebrado las distintas comunicaciones y ponencias ha sido "La humanización de los cuidados. Derecho y deber de la sociedad del bienestar".


Mucho me extendería si tuviera que detallar los logros y beneficios que se consiguen con este tipo de actividades, tanto en los residentes, que viven con ilusión el cambio de rutinas y la presencia juvenil a lo largo de toda la semana, como en los jóvenes que participan en el campamento. Posiblemente ellos no lleguen a ser conscientes del todo de los aprendizajes que ponen en acción durante estos días, ni tampoco de los efectos que provocan en los mayores a los que atienden y cuidan, con una dedicación y entrega que resulta conmovedora para los que tenemos la suerte de observarlos. Pero no hay duda que para ellos esta experiencia supone un antes y un después en sus vidas, un punto de inflexión que les hace ser mejores personas. Un paso más en ese largo camino que les lleva a la construcción de su entidad y a reafirmar su identidad en el otro desde un punto de vista más humano. Seguro que a partir de ahora, al mirar a los mayores, no tendrán dificultad ninguna en reconocerse en ellos y afirmar, sin distancias ni recelos, "Ese soy yo".


Noticia emitida en el Informativo de Canal Extremadura (28/06/2019)

El Campamento de Trabajo "Encuentros Intergeneracionales" que organizan el IES "Jaranda" y el Centro Residencial ServiMayor cuenta con la financiación del SEPAD y forma parte de las actividades y programas del VI Plan de Juventud de la Junta de Extremadura.